Por Padre José Luis Segura Barragán
Vivir en la desconfianza y el terror de lo que puede ocurrir cada día y cada instante en este Michoacán sin ley y en el desmadre legal y punitivo. Casi el cien por ciento de delitos quedan impunes, o porque no se denuncian, o porque si se denuncian, nada sucede. Los ilícitos cometidos por las bandas delincuenciales del crimen organizado, jamás son denunciados y atendidos. Michoacán es la cloaca de los gobiernos podridos y estrafalarios, la de los gobernantes facetos y cobardes.
El asesinato de los cuatro jóvenes arcoiristas de La Ruana quedará impune, como han quedado impunes todos los demás asesinatos cometidos por el crimen organizado en Michoacán. Desde el mes de julio ha habido un alza significativa en la comisión de asesinatos por parte de la delincuencia mafiosa, por lo menos uno cada día en El Valle de Apatzingán, de ellos ninguno ha tenido consecuencias, el edil de Apatzingán niega que sea su responsabilidad el velar por la seguridad de los apatzinguenses. Primero salía socarronamente a decir que no existían las pugnas entre grupos de narcotraficantes enfrentados por el control del municipio, pero cuando la realidad le dio en la cara, reconoció que sí hay grupos de civiles armados en la demarcación de su incompetencia.
Los demás presidentes municipales de los municipios del Valle de Apatzingán, se disculpan y se sienten agredidos cuando se les hace notar su inutilidad y cobardía ante el crimen organizado. Como es el caso del edil de Buenavista, a donde pertenece la tenencia de Felipe Carrillo Puerto, alias La Ruana, donde se han cometido varios asesinatos últimamente, especialmente escandalosos los de los cuatro jóvenes arcoiristas, “levantados” el primero de este mes y “arrojados” los cadáveres putrefactos el día cuatro, en la inmediaciones de la población de San Juan de los Plátanos. La guerra entre los del Chanda y los del Gallito, en los límites de los municipios de Apatzingán y Tumbiscatío ha dejado como fruto varios asesinados, como los cuatro del Sandoval, y ahora se suma la expulsión de los que son considerados enemigos. De poblado El Alcalde fue expulsado por los delincuentes el señor Aarón Valencia, hace tres meses; y del Sandoval y alrededores también han tenido que “emigrar” varias familias. De los desplazados por causa de las riñas entre los carteles de la droga, nadie dice nada, será por prudencia informativa o por complicidad criminal, no se puede saber con certeza.
Si no se pone real remedio a la violencia gansteril narcótica, las fiestas octubrinas próximas serán un fiasco. Ya se sabe que las fuerzas armadas de La Federación y del Estado harán su graciosa presentación inútil, como lo hicieron en La Ruana después del escándalo mediático de los asesinatos de los cuatro arcoiristas. Sólo se llenó La Ruana de un circo de elementos de todas las corporaciones vendidas y compradas de las fuerzas del “orden”. Atraparon a diferentes pilletes, en un asombroso número de diez y seis, de los cuales ninguno resultó merecedor de ninguna sanción penal, creo porque cooperaron para su liberación con una modesta aportación voluntaria de varios miles de pesos por piocha. De los asesinos no se supo nada. Ni se sabrá. Bueno, sí es del conocimiento público quienes son, pero por prudencia administrativa y caridad social, se les permite seguir libres y con la protección de las fuerzas armadas de nuestra nación corrupta y cochuposa.
Al final de toda la violencia ejercida desde la asunción del narco gobierno de Godoy y continuada por Vallejo, Reyna y “Jarita”, nuestro ínclito Aureoles ha declarado infaliblemente que el crimen organizado no existe en el Estado de Michoacán, y que los asesinatos, “levantones”, secuestros, desapariciones, expulsiones, persecuciones, enfrentamientos y demás manifestaciones de la imbecibilidad gubernamental ante la violencia, ha dado como resultado que vivimos en la peor de las situaciones existenciales: ante un estado fallido y un ambiente de miedo, desconfianza y terror ante la violencia del crimen organizado.
Una consecuencia “insignificante” ante la insignificancia de los gobiernos, es la devaluación del valor de los bienes inmuebles, es decir de las casas, terrenos, parcelas y todo tipo de propiedad social: ante una situación peligrosa, los bienes patrimoniales de las familias se devalúan ostentosamente. Pero, ¿qué les importa a nuestro ilustre gobernador y ediles eximios que la pobreza haga presa de los michoacanos por la violencia narquil imperante?
