He decidido nombrar mi columna de esta semana a raíz de una imagen que encontré por las redes: en ella relatan cuando Pablo Neruda y García Lorca fueron a un pueblo a dar una conferencia, pero que nadie los recibió en la estación de tren; cuando llegaron al lugar de la conferencia, les dijeron que no los reconocieron porque esperaban verlos vestidos como poetas, cómicamente, Lorca respondió que eran de la poesía secreta.
Cierto o no, la anécdota resulta interesante. ¿Cómo diantres viste un poeta? No usan una camisa de cierto color que los distinga, tampoco un chaleco con escudo o un brazalete que señale la corriente literaria a la que pertenecen.
¿Y si la vestimenta no es exterior sino interna?, me pregunté después de darle vueltas al tema en mi cabeza por un momento. Sí, de seguro la vestimenta es interna; una vestimenta hecha a partir de emociones, recuerdos, lecturas, de todo aquello que ha tenido algún contacto con la vida del poeta. Podría decirse que un poeta es lo que come, lo que absorbe día tras día.
Si consideramos todo esto daremos con la vestimenta externa, al menos una parte: su obra. Habrá autores que aseguren que su obra no tiene ninguna referencia a sus vidas, pero cuando los personajes, ambientes o tramas parecen tan reales resulta difícil pensar que el autor no puso al menos una partecita de sí.
Pero esperen, ¿acaso no todos estamos conformados por emociones, recuerdos y lecturas?, ¡por supuesto que sí! Por lo tanto, podría decirse que todos somos unos poetas en potencia, todo depende de qué decidimos hacer con todo aquello que está en nuestro interior.