Celic Mendoza/Martha Dalay
Morelia, Michoacán. – Un viejo edificio, con grietas y problemas de infraestructura, alberga hoy y desde 47 años a la secundaria popular Felipe Carrillo Puerto.
Las grietas y húmedas paredes, hoy son una disputa entre el grupo que protege el derecho a la educación de 170 alumnos y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo que, a través de su rectorado en 2021, interpuso un amparo para recuperar el edificio prestado para la causa educada.
Las autoridades nicolaitas argumentan necesitar el espacio para rehabilitarlo y albergar a mil alumnos del Colegio de San Nicolás, ya que su actual infraestructura es insuficiente.
De acuerdo con el director del plantel, Juan Manuel Mateo García, es una injusticia, por lo que están a la espera del diálogo con la rectora Yarabí Ávila González y hasta el momento el gobierno no les ha dado alternativa de reubicación.
“Lo que solicitamos nosotros es que sea un lugar céntrico, ya que es la necesidad de los estudiantes”, expresó.
El conflicto llegó ya incluso a la mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien canalizó el caso a la titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Leticia Ramírez Amaya.
El director manifestó que el gobierno es omiso al tema, ya que al momento el conflicto legal continúa y no hay apoyo para que la escuela siga con sus proyectos.
Señaló que al momento brindan atención a 168 alumnos y han recibido interesados de ingresar a la misma.
“Los padres de familia nos apoyan para continuar con la escuela y hemos cumplido con todo ante la SEP”; pero también reconoció que se requiere de atención en su infraestructura, para lo cual hacen gestiones, pero no tienen aún respuesta.
Historia de la escuela secundaria “de los pobres”
La creación de la Secundaria Popular “Carrillo Puerto” tuvo lugar en un momento histórico marcado por la lucha por la educación en todos sus niveles, como respuesta al evidente carácter elitista y excluyente del sistema educativo público en México.
En 1974, frente a la carencia de espacios para la educación media básica, numerosos padres se dirigieron a la organización estudiantil nicolaita del Comité Universitario de Lucha (CUenL). En ese periodo, la Ciudad de Morelia contaba únicamente con tres escuelas secundarias públicas, lo que resultaba en la exclusión de cientos de jóvenes de origen popular de las aulas.
Inicialmente, activistas estudiantiles, padres y madres de familia, junto con estudiantes de secundaria, establecieron la “Escuela de la Calle”. Esta iniciativa educativa se llevó a cabo en las afueras del Colegio de San Nicolás de Hidalgo, ubicado en pleno centro histórico y la principal avenida de la ciudad de Morelia. Bajo el lema “Dispense las molestias, Escuela Secundaria de los Pobres trabajando”, comenzaron las primeras actividades pedagógicas que darían lugar a la formación de la Secundaria Popular “Carrillo Puerto”.
Los padres y madres erigían barricadas para resguardar a los estudiantes que recibían clases en la calle, además de distribuir volantes para informar a la población sobre las acciones de protesta en favor del derecho de sus hijas e hijos a la educación. Simultáneamente, estudiantes universitarios del CUenL y adolescentes de secundaria, bajo la consigna de “educación popular, educación popular”, se movilizaban fuera de papelerías, centros comerciales o tiendas de abarrotes para gestionar el material didáctico y de limpieza necesario para el funcionamiento de la escuela.
La lucha por el acceso a la educación para los estratos populares recibió un amplio respaldo de la sociedad. Debido a la presión social y las demandas del CUenL, se logró establecer la Escuela Secundaria Federal No. 4 y la Escuela del Magisterio entre 1974 y 1975, ambas incorporadas y bajo la supervisión de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Sin embargo, estas iniciativas no abordaban la falta de oferta de espacios educativos ni satisfacían la necesidad de una educación orientada desde y para las clases populares. Por lo tanto, la demanda persistente de una escuela destinada a los pobres seguía siendo relevante.
Pero, ¿cómo opera?
La Secundaria Popular “Carrillo Puerto”, conocida como “La Popular” en la ciudad de Morelia, atiende a adolescentes de 12 a 16 años procedentes de colonias marginadas, de orígenes proletarios y populares, así como a jóvenes expulsados o rechazados de Secundarias Federales o Técnicas públicas. En los últimos años, ha abierto sus puertas incluso a jóvenes que enfrentan diversos problemas psicopedagógicos.
Este proyecto de educación popular es autogestivo y no cuenta con financiamiento gubernamental, subsidios de asociaciones civiles, ONGs u otras entidades. Alineada con los principios de la Educación Popular, La Popular no solicita cooperaciones ni cuotas de inscripción, y no exige la adquisición de útiles costosos ni uniformes. Además, no implementa exámenes de admisión, ya que considera que estas prácticas esencialmente representan mecanismos de exclusión educativa dirigidos a los hijos e hijas de la clase trabajadora.
Para operar de manera regular, con clases de cinco días a la semana en turnos matutino y vespertino, La Popular se basa en el principio guevarista del trabajo voluntario de los educadores. Este enfoque refleja el compromiso y la convicción desinteresada, así como una clara solidaridad de clase con las causas y derechos del pueblo trabajador.
Dicho lo anterior, actualmente cuenta con un total de 40 tutores, quienes voluntariamente brindan enseñanza a los alumnos.
La escuela implementa el modelo de la Escuela del Trabajo de Moisey Pistrak (1888-1940) y la Educación Colectivista de Antón Makárenko (1888-1939), quienes son figuras fundamentales en la pedagogía socialista. De este modo, la estructura orgánica combina dos aspectos esenciales de la educación socialista. En primer lugar, promueve la auto-organización de los estudiantes a través de su participación activa en actividades como higiene, vigilancia, cooperativa, acción social y cultural, así como en la prensa escolar.
En segundo lugar, sigue los principios de la educación colectivista, fomentando la autogestión que da lugar al autogobierno, la autodisciplina y el autodidactismo. Estos aspectos son fundamentales para que, junto con un cierto nivel de conciencia y politización, el proceso educativo conduzca a una acción reflexiva y crítica.
Además, La Popular critica el enfoque de la educación bancaria y abraza la propuesta de la educación dialogal de Paulo Freire (1921-1997), resumida en la idea central de que “Nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los hombres se educan entre sí mediados por el mundo”.
En su declaración de principios, aprobada el 4 de septiembre de 1978, los fundadores de La Popular presentan concepciones pedagógicas extremadamente avanzadas y radicales. Reconocen que es el “sistema social burgués el que obstaculiza el acceso a la educación del proletariado”, al mismo tiempo que convierte la educación en un negocio privado de la clase dominante. Además, los principios establecen que la Secundaria se debe al pueblo, reivindicando así una educación destinada a la clase proletaria, con el propósito de formar individuos que contribuyan a la instauración de la dictadura del proletariado. De esta manera, La Popular queda inseparablemente ligada a la lucha histórica de la clase trabajadora.
La Popular como un acto de resistencia, lucha y confrontación
La Popular se presenta como una propuesta pedagógica que rompe con las formas monótonas, obsoletas y estancadas que caracterizan la organización de la vida en las escuelas tradicionales. La historia de La Popular se percibe como un acto de resistencia, de lucha y confrontación contra las concepciones burguesas y liberales del hecho educativo.
En primer lugar, la escuela del trabajo implica dejar atrás la educación centrada en los libros, lo cual posibilita cuestionar la visión instrumental de la educación. Se busca entenderla no solo como simple instrucción o capacitación, sino como un proceso inherentemente multifacético y multidimensional, con un carácter formativo y humanizante.
En segundo lugar, la auto-organización de los estudiantes confiere a La Popular una auténtica forma democrática al integrarlos en la organización práctica de la vida escolar. En tercer lugar, la naturaleza popular de la educación adopta una postura abiertamente política y de clase, disipando así el fetichismo de la escuela, que a menudo se percibe como algo neutral y apolítico en apariencia.
En la actualidad, La Popular enfrenta una batalla por mantener su Reconocimiento de Validez Oficial, preservar su emblemático edificio con valor histórico y simbólico, y persistir como un espacio educativo destinado a los hijos e hijas de la clase trabajadora. Como lo hizo hace 47 años, La Popular sigue siendo considerada inviable, imposible, una utopía, una fantasía propia de lo que Gioconda Belli llamaría “los portadores de sueños”, pero, a pesar de todo, La Popular existe y cada día concreta lo que parecía inalcanzable.