Decido iniciar en esta ocasión con la pregunta que Leo se hace a lo largo de Fuga en Mí menor, y es que a pesar de que la historia tiene contexto italo-argentino, la ausencia que sufre el protagonista, creado por Sandra Lorenzano, nos puede parecer muy cercana. Una interrogante que lo perseguirá desde casi toda su vida, pero que adquiere mayor fuerza cuando su madre muere y no le queda otra opción que imaginar las posibles respuestas a preguntas que, seguramente, nunca podrá resolver.
La razón de su pregunta es la pérdida de su padre cuando él tenía dos años. Una pérdida que no tiene la certeza de una muerte, de tener un cuerpo al cual rezarle. Sin restos, solo sabe que su padre desapareció en combate, no importa que investigue hasta el cansancio y espere encontrar algo que le diga el paradero de su padre, las respuestas son nulas.
Nuestra guerra no es con otros países, es interna, fallida y ha dejado a muchas personas, como Leo, en una interminable espera y con una desazón al no saber lo que pudo ser. Ya hay una generación que se hace las mismas interrogantes que Leo, los padres, madres, esposos y esposas que esperan. Un pequeño porcentaje de estos buscadores ha dado con los restos de sus seres queridos, sin embargo, aún queda la incógnita de por qué a ellos y por qué de esa manera.
Olvidamos, o preferimos ignorar, que sus hijos, muchos de ellos menores de edad, probablemente aún no pueden asimilar lo que ocurre. En caso de que lo entiendan, no puedo imaginar lo triste que es ver corrompida tu infancia de esa manera. Aunque la ausencia no sea de un familiar cercano, el vacío que dejan afecta a sus amigos y a las personas que solían coincidir con él en su día a día.
Somos el país de las Antígonas y de los Leos, que esperan y esperan con dolor, sin certezas de que su ser querido regresará, si lo encontrarán, si deberán continuar con su búsqueda y si recibirán justicia. Somos el país de las nostalgias por lo que pudo ser, por lo que fue y por lo que no será. Un país en tiempo suspendido que espera salir pronto de su aletargamiento. Porque tal y como dice Antígona, los cuerpos que yacen en las fosas bien podrían ser nuestros. Somos el lugar donde los hijos deben verse al espejo, no para reconocerse, sino para buscar los gestos y rasgos de quienes no han regresado.
¿Y qué nos queda ante un panorama poco alentador? Unirnos para exigir justicia, para acompañar en su dolor a las víctimas. Unirnos para que la guerra pare, para que no haya más ausencias y preguntas sin respuesta, para que no haya más Leos y Antígonas.
“No había rostro ni cuerpo. Durante una época necesitó un lugar donde ir a hablar con él, ¿dónde ir a llorarlo? Era difícil llorar a quien no había conocido. Hubiera querido tener una tumba, una lápida, algo. Una azalea. […] Imaginaba las escenas que nunca existieron: las caminatas por la ciudad con su padre, el café y el periódico el sábado en la mañana, las confesiones adolescentes; hasta las discusiones era capaz de imaginar. Algo de todo eso trató de reproducir con su propio hijo. No quería quedarse nunca sin rostro para él.” (Fuga en Mí menor de Sandra Lorenzano)
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