La calle vacía, una mañana atípica, poco tránsito vehicular, pocos corredores, era 9 de marzo, la ciudad vacía. Hoy, a muchos meses de distancia, atrapan al supuesto feminicida de Jessica. Hay muchas cosas que decir, muchas cosas que gritar, intentando ser breve, aceptando que no me es del todo legítimo opinar al respecto, sin dar o quitar permisos (puesto que no soy nadie para hacerlo), sin ordenar o no, compartiré mis valoraciones.
Hablar de un “movimiento” feminista llega ser un tanto generalizador y ofensivo, así como vulgar, hablar más bien de movimientos feministas sería lo correcto, al menos en el espectro político y dentro de la convulsión que el país sufre recientemente. Una masa amorfa de militantes de diversos partidos, mujeres de todas las edades sin filiación política clara, activistas, miembras de colectivas, profesoras, trabajadoras, conductoras, amas de casa, hijas, esposas, madres, salen a la calle bajo una sola consigna, con un solo objetivo, con una demanda generalizada, acabar con la violencia de género; desde el 8 de marzo y de forma intermitente, los feminismos han salido a la calle, sin una táctica conjunta, sin una estrategia consensada, sin una estructura orgánica, con el impulso de la rabia y la sola indignación.
La prueba de la enorme pluralidad que concentran las convocatorias de marzo hasta la fecha es sumamente palpable al interior de los contingentes, una diversidad de consignas e ideas caminan codo a codo, desde quienes pintan edificios y monumentos a su paso hasta quienes abrazan mujeres policías y pañuelos azules, desde quienes lanzan improperios al presidente hasta quienes lo reivindican como el más feminista de la historia, sin embargo, tras la jornada histórica del 8 y 9 de marzo y las recientes manifestaciones post pandemia debido al feminicidio de la profesora Jessica, el día de Acción Global por un aborto legal y seguro y la ocupación de las instalaciones de la CNDH, es necesario preguntarnos varias cosas, exponer otras y denunciar algunas.
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La mayoría de los movimientos feministas carecen de una agenda delimitada, el abanico de la “violencia de género” es muy amplio como para esperar “soluciones” concretas en un corto y/o mediano plazo, al carecer de un pliego petitorio, esperan una respuesta del Ejecutivo ante demandas diluidas que más bien se perciben como abstracciones. Desde el “yo si lo quemo todo” hasta el que “chingue a su madre López Obrador” y ofensas clasistas y racistas a las mujeres policías, la masa nutrida de diferentes extractos sociales expone su falta de estructura y dirección reduciendo el problema de género al simplismo vulgar de la “guerra de sexos”, el presidente es un macho por ser hombre, las mujeres deben combatirle por ser mujeres, sin una vocería oficial, plan de acción o una ideología definida en conjunto, los movimientos convergen hasta donde pueden, es decir, bajo el argumento de ser mujeres.
El oportunismo se hace presente, no sólo panistas, priistas y asociados emiten comentarios y hacen presencia en las concentraciones, sin embargo también se dan cita núcleos organizativos de todo tipo, algunos con una labor política loable, algunos otros invocando el caos, lo cierto es que, al final del día, el saldo siempre es monumentos pintados, policías quemadas, la rabia contenida externada, libertad de expresión, discusiones entre asistentes a la marcha. Viviendo la luna de miel que el romance sostenido con un espejismo oferta, las mujeres hoy regresan al mismo lugar en el que estuvieron ayer; y es que la unidad no pasa por los genitales, sino por la caracterización sería de los problemas del país en términos estructurales, identificando al enemigo se identifica también al aliado.
La problemática de género se nos presenta aislada, como única en su tipo y en una sola dirección, casi como un dogma, lo cual impide la generación de análisis serios basados en el estudio, la reflexión y la crítica; al elevarse ésta como una contradicción fundamental a pesar de tener sus cimientos en parámetros culturales y no materiales, excluye en automático, al mismo tiempo que se pierde en un enorme terreno. Asumiéndose como identitario, “el feminismo” se convierte en una suerte de corriente de pensamiento incuestionable que divide a la humanidad en víctimas y victimarios, cualquier diferencia mínima o excepción con esto genera rechazo, sólo las mujeres, sólo las mujeres, sólo las mujeres que aceptan los lineamientos del “movimiento”, sólo ellas, los y las demás pueden arder.
Gran parte del mal entendimiento con el Gobierno Federal recae en la ausencia de autocrítica, de tolerancia, en la apología de la violencia y en la falta de peticiones concretas, ante la noticia de la creación de una fiscalía especializada en feminicidios, ¿Qué otra cosa pueden exigir al Ejecutivo? Y si se puede, ¿Por qué no la han exigido? ¿Qué propuestas tienen? Las sufragistas pedían obtener el derecho a votar en una elección, las compañeras en la actualidad piden el cese a la violencia de género, y entonces, ¿Cómo logramos esto? ¿Consideran que el presidente no trabaja todos los días en eso? ¿Qué buscamos, que no haya impunidad o que no haya violencia de género? ¿El problema de fondo realmente se encuentra en la envestidura presidencial o en la aculturación machista y judeocristiana que el capital alienta día a día?
Tras la exposición del pliego petitorio después de la ocupación de las instalaciones de la CNDH en semanas pasadas, podemos concluir que la generalidad de las demandas y la nula propuesta de mecanismos para concretarlas, salvo un padrón de beneficiarias, refuerza más las interrogantes en lugar de responderlas. La detención del presunto feminicida Diego Urik en Morelia da pronta resolución a la consigna principal de las movilizaciones de los últimos días y el recordatorio de los medios afines al antiguo régimen sobre la legalidad del aborto en la Ciudad de México refiriéndose al enfrentamiento entre manifestantes y policías al calor de insultos clasistas como “gata estás a mi servicio” “mugrosa no te alcanza para lavar tu uniforme” de parte de algunas manifestantes hacia algunas policías de la ciudad, desnuda el cúmulo de contradicciones propias y al mismo tiempo aberrantes de un mal llamado movimiento que es más bien muchos movimientos y que por ende, su confusión política es evidente.
Por otro lado, uno de los principales absurdos es simplificar este grito femenil a una pugna politiquera, el grito trasciende, aunque la oposición se empeñe en capturarlo. No confundir las cosas es tarea de las compañeras de pensamiento político más claro, pues la opresión machista no se mide en términos físicos y biológicos, si no en actitudes y conductas históricamente arraigadas que se reproducen y cultivan en un sistema político y económico que le pone precio a todo, que denigra y cosifica, donde las más pobres son las más violentadas y el dinero sigue dictando agenda. Al final de cuentas, el paro de marzo visibilizó un hecho contundente, pero sólo ese mismo día, de regreso a la cotidianeidad las mujeres vivirán, de nuevo, la explotación y el acoso, nuevamente volverán a la incertidumbre que les genera situarse entre la denuncia y el desempleo, entre el silencio y la pobreza.
La falta de programa y homogeneidad en los criterios lleva a los movimientos feministas a no consolidarse en uno sólo y a su vez a no concebir el problema de la violencia de género como un problema estructural, de ahí que gran parte de sus simpatizantes y activistas no sean capaces de comprender que la indignación, el enojo, la tristeza y la rabia, a pesar de ser genuinas y netamente legítimas, no son suficientes para erradicar el problema, que terminando la marcha las mujeres vuelven a ser violentadas, que la protesta, las pintas, los enfrentamientos con la policía, el daño a edificios gubernamentales y símbolos patrios, su ocupación y los incendios son sólo el medio y nunca el fin y que por primera vez en la historia moderna de nuestro país, se tiene un gobierno que les invita al diálogo y les deja expresarse libremente, el cual, por obvias razones, no es su enemigo.
Mientras la geometría política nacional no termine por asentarse y las contradicciones capitalistas no terminen por agudizarse, seguiremos deambulando en los claroscuros donde Gramsci acusa, nacen los monstruos, por eso mismo es tarea del obradrismo y la izquierda coadyuvar al diálogo y el entendimiento entre expresiones aliadas, nosotros por nuestra parte, debemos respetar a nuestras compañeras hasta que se vuelva una normalidad el hacerlo, cuidarnos entre sí y siempre tener en mente, que si permitimos que ahora mismo lo quemen todo, que si nosotros mismos lo quemamos todo, ante la ausencia de un proyecto de nación, viviremos entre las cenizas, y a nadie le gusta, en pleno claroscuro, vivir entre cenizas.
“Arrojar una piedra es una acción punible. Arrojar mil piedras es una acción política. Incendiar un coche es una acción punible, incendiar cien coches es una acción política. Protestar es denunciar que eso o aquello no es justo. Resistir es garantizar que aquello con lo que no estoy conforme no se vuelva a producir.” Ulrike Meinhof
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