Morelia, Michoacán.-En una de las más recientes columnas que publicó en The New York Times, el Premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, afirmo que “vivimos en la era de la infalibilidad trumpiana: nos gobiernan hombres que nunca admiten un error, nunca se disculpan y, lo más importante, nunca aprenden de sus errores”.
La frase aplica para gran parte de la llamada clase política mexicana, ese ejército que gobierna el país sin compromiso social alguno y que día a día agrava su caída por la rampante ineficiencia y corrupción en las acciones que emprende.
¿Qué mente brillante aconsejó al gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, reprimir a empleados públicos, mentores y hasta algunos periodistas en el marco de una serie de movilizaciones en contra de la incapacidad financiera de las autoridades estatales para honrar compromisos laborales de diversa índole?
¿Quién le compró la idea a los mandos policiales del estado de que los garrotazos iban a ser aplaudidos por la mayor parte de la población?
Los videos de policías golpeando salvajemente a integrantes del magisterio democrático inundaron las redes sociales y dejaron al descubierto que a la administración silvanista le falta mucho oficio político.
¿De qué sirve tanto recurso económico para promover una imagen positiva de Michoacán dentro y fuera de México, cuando en sólo unas horas el salvajismo policial remite de nuevo a un estado ingobernable?
¿Para qué invertir cuantiosos recursos en capacitaciones a los elementos de los cuerpos de seguridad, si tan sólo en unos minutos y ante mentores aguerridos, beligerantes olvidan todos los protocolos para encarar disturbios sociales?
¿Dónde están los operadores políticos del gobernador, ese grupo que cobra quincena a quincena por presuntamente orientar al titular del Solio de Ocampo sobre las mejores vías de solución a los muchos y complejos problemas que encara la entidad?
A Aureoles Conejo el barco puede hundírsele pronto, si insiste en seguir confiando en un primer círculo de colaboradores que niegan la realidad, como salvaguarda de su incapacidad.
Revisando rubro por rubro los problemas de la entidad, no se puede soslayar que la administración silvanista ha tenido muy pocos progresos.
Los delitos de alto impacto son de nuevo la nota dominante, así como las constantes movilizaciones de maestros, normalistas, empleados públicos y otros actores sociales en demanda de que el gobierno cumpla u honre compromisos de diversa índole.
Al tomar las riendas de Michoacán, Aureoles Conejo habló de unidad, inclusión, consenso, pluralismo, equidad, desarrollo, seguridad, paz, etcétera, etcétera.
Dos años después de ello, los michoacanos no vislumbran todavía muchas de esas promesas. Es más, en algunos temas la situación se complicó y podría desbordarse en el corto plazo.
Otra pregunta que flota en el aire es ¿hasta qué punto Aureoles Conejo tiene cuadros de reserva para remplazar a varios de sus principales colaboradores que no salen de su espacio de confort y complican la gobernabilidad del estado?
Dos años de experimentos y pésimos resultados tendrán, sin duda, su respuesta en las urnas en 2018.
Si el gobernador no despierta y da un golpe de timón, corre el riesgo de ser un titular del Ejecutivo débil el resto de su mandato, como muchos de sus antecesores.
Podría entonces aplicársele la frase de Krugman con la cual inició esta reflexión: “vivimos en la era de la infalibilidad trumpiana: nos gobiernan hombres que nunca admiten un error, nunca se disculpan y, lo más importante, nunca aprenden de sus errores”.