Fotografía/Gobierno de México
Arturo Hernández Gutiérrez
Los políticos mexicano, de todos los sabores y colores, insisten en llevar las riendas del país, a pesar de sus constantes fracasos y los cuales tienen postrado al país.
A todo lo ancho del abanico ideológico, no encontramos alguien que sobresalga en los diversos puestos públicos que han obtenido por las urnas o las camarillas que controlan los partidos.
Ante la emergencia de un grupo pseudo izquierdista con razgos fuertes de populismo y autoritarismo, viejos y desprestigiados actores buscan reposicionarse con discursos gastados que concitan más rechazo que aprobación ciudadana.
Sexenio tras sexenio ocupan el escenario político casi las mismas figuras, con la misma tonada y pirricos resultados.
La circulación de élites, como eje determinante de la renovación de los sistemas políticos de Pareto y Mills, ni por asomo la conocen los caciques e ideologos partidistas.
México no está mejor que hace cuarto años y muchos indicadores trazan un agravamiento de los problemas económicos, financieros y sociales en el futuro inmediato.
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Más allá de las buenas intenciones y del empecinamiento de actores rebasados y desprestigiados, lo que necesita el país son nuevos liderazgos que ofrezcan soluciones al desastre ocasionado por la llamada 4T.
El actual grupo en el poder llegó para destruir y no construir. En sus genes está su incapacidad para levantar un nuevo edificio social, más allá del rollo y del desgastado eslogan del pueblo manda.
El amasijo priista, perredista, petista, etc. que hoy es Morena no es la solución, así como tampoco los Porfirios, Silvanos, Dantes, Chuchos, bla, bla, bla.
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