Por Redacción Expresso
México.-Esta historia es sencilla: Escobar tenía un grupo de jóvenes a quienes él llamaba Los Señuelos y a través de ellos iba tras cuanta muchacha virgen que estuviera entre los 14 y los 17 años. Es muy sencillo adivinar que los jóvenes las conquistaban, se las llevaban y luego las chicas permanecían cuatro o cinco días con él en su primera aventura sexual.
Pero los muchachos se las llevaban mediante un proceso de convencimiento que terminaba con el ofrecimiento de sumas de dinero que ellas jamás habían imaginado. Desde luego, pertenecían a clases no muy favorecidas en lo económico.
A algunas que se resistían más llegaba a obsequiarles de gama baja, a otras una popular, pero generalmente aquellas chicas “perdían la brújula”, como decía él, con ver solamente un fajo de billetes.
Bueno, se dio la alerta y la Policía comenzó a ofrecer dinero por información y un par de semanas más tarde un joven identificó plenamente y ubicó a de Los Señuelos, que simplemente se asustó el que lo contactaron y más tarde los llevó “hasta la mina de las muchachas puras” –como él mismo les dijo–, en un mundo en el cual, entonces, prácticamente todas las jóvenes eran vírgenes.
—Y, ¿cómo vamos a hacer la operación? —le preguntaron.
—Fácil: el próximo viernes voy a llevar a una muchacha a Cocorná, en la selva del Magdalena Medio.
Efectivamente, se trataba de una chica del de voleibol de Antioquia: blanca, fina como cualquier antioqueña, espigada, tan largas que le comenzaban –como dicen–, debajo de las axilas, unos 16 años, tallada.
Planificaron la operación con bandidos del cartel de Cali, moviendo a la chica y al señuelo por aire, pero varios comandos se movilizaron por el río Cocorná y otros por tierra, esperando caerle a Escobar un poco antes del amanecer.
La Policía hizo algunos movimientos pero cometió el error de no confirmar que Escobar estaba allí con una de invitados, y las cosas no funcionaron, de tal manera que fue necesario abortar la operación, luego de que aquella noche los comandos habían recorrido por tierra un trecho largo atravesando campos inmensos, puesto que buena parte del terreno estaba compuesto por sabanas y algunas matas de monte.
Finalmente, sobre aquellos campos abiertos volaron otros comandos en sus helicópteros, Escobar los escuchó y, desde luego, tuvo algo así como media hora para meterse en los bosques cercanos –siempre acampaba al lado de un bosque o de un cultivo de pastos de talla muy alta–.
De lo contrario –decían algunos oficiales– ese día lo hubiéramos capturado.