Redacción
Michoacán a 1 de noviembre de 2015.- Todos, sin lugar a dudas, hemos creído que la noche de muertos es de lo poco que conservamos de nuestros ancestros prehispánicos, que son tradiciones realmente de origen ancestral y que nos conectan con nuestros antepasados, que la fecha ha sido conservada durante cientos de años, mucho antes de la “conquista” de los españoles a nuestra América, pero la triste y seca realidad no dice todo lo contrario.
Nuestros ancestros, nuestros padres y madres Aztecas, Toltecas, Mexicas, Purhépechas, Mixtecos, Mayas, Zapotecos, Otomíes, Mazahuas, Chichimecas y demás culturas, nunca, jamás, en ningún momento, sea cual sea el calendario que hubiesen usado, adoraron a los muertos en noviembre, mucho menos la noche del primero de noviembre.
Los habitantes de nuestro México realizaban un especial culto a sus muertos durante el tiempo de cosechas, que en la gran mayoría es al mes de agosto,
¡dos meses antes del primero de noviembre!.
Su intención era compartir con los muertos la alegría y dicha de los bienes materiales recibidos con que los había bendecido la diosa tierra. Nuestros antepasados dedicaban los primeros días del mes de agosto a los niños y los días últimos a los adultos. Los muertos habitaban el Mictlán y habían olvidado muchas cosas en su viaje. Nuestros antepasados,ara recordarles a los muertos el camino a casa, se hacían caminos y arcos con flores de vivos colores como el cempazúchitl y utilizaban el aroma del copal. La ofrenda casera contaba con los mejores alimentos y bebidas para que el muerto pudiese saciarse y soportar el hambre un año, hasta la siguient ofrenda.
La creencia anterior se modificó con la llegada de los “misioneros” católicos imponiendo el Día de Todos los Santos que es una “celebración” total y puramente cristiana, impuesta por los españoles y que en su religión tiene lugar el 1 de noviembre en la Iglesia católica y el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia ortodoxa según wikipedia.
En este día, la Iglesia celebra a manera de fiesta solemne a todos aquellos muertos que, después de haber superado el “Purgatorio”, se han santificado totalmente y gozan ya de la vida eterna en la presencia de Dios.