Antes de que me digan que los independientes no sirven, les aclaro que la siguiente columna no hablará de políticos, sino de editoriales y librerías. Créanme, esas sí valen la pena y es mejor si tenemos a una en nuestras vidas, al menos. También quisiera señalar que el motivo de mi columna no es el de demeritar una iniciativa que busca el fomento a la lectura, al contrario, aplaudo que las autoridades finalmente muestren un interés público por ver a la gente leyendo; sin embargo, como toda iniciativa, la encabezada por Taibo II parece dejar de lado, o en el reino de la ambigüedad, a las editoriales y librerías independientes.
Esta inquietud surge de una de las principales propuestas del escritor: bajar de precio los libros. Claro, si lo aplicamos a las editoriales grandes es una noticia que nos emociona a los lectores —hay una infinidad de libros que se pudren en las bodegas porque les resulta más costoso tenerlos en estantes a bajos precios—; en cuanto a las editoriales independientes, sus tirajes no se comparan a los monstruos que encabezan la empresa, por lo que difícilmente podrán dar sus ejemplares a precios accesibles.
Además, muchos se han ido bajo el mito de que las ganancias solo se van a las editoriales, aspecto que en parte es cierto si hablamos de los grandes sellos. Las editoriales independientes buscan una ganancia equitativa, considerando todas las partes involucradas —autor, corrector de estilo, maquetador, impresor, librero. Como podremos ver, el ámbito independiente considera eslabones clave, y que suelen ser ignorados por la gran empresa, haciendo difícil de implementar bajos precios en su catálogo, ¿cómo van a regalar su trabajo?
Que la cultura debe estar al alcance de todos, sí, completamente de acuerdo. Quien me ha leído en otras ocasiones sabe que soy de las primeras en insistir en la difusión cultural; sin embargo, creo que la propuesta de la nueva administración cae en un desatino un tanto grave, y es el de plantear la idea de que la difusión cultural debe ser gratuita. Esto, en vez de ayudar, termina afectando a los gestores culturales independientes, quienes tienen que hacer malabares para seguir con sus talleres y solventar sus gastos.
¿Y si mejor hacemos una campaña que dignifique el trabajo cultural? Una campaña en la que desmitifiquemos que las librerías son inalcanzables para la clase media o baja. Es decir, los libros económicos ya existen, el problema —o uno de los muchos problemas— está en que nos han insertado la idea de que todo aquel que se aproxime a los libros debe tener un poder adquisitivo considerable, así como una formación culta. También está la falsa idea de que los buenos libros solo se venden en estos lugares, pues hay librerías independientes que tienen mejores propuestas y que no te barren con la mirada por tu aspecto, ni te exigen un consumo mínimo.
En vez de alimentar estas falacias y de pensar en el “vender por vender”, busquemos estrategias que aseguren un beneficio para todas las partes —desde el autor hasta el lector—; nos debe quedar claro que al darle el valor que merece a la cultura y a todas las personas que la difunden no es lucrar, simplemente reconocer que es un trabajo como el de cualquier otro. Los gestores culturales comen, duermen, tienen familia, deben pagar servicios, se enferman, se preparan para impartir talleres, ¿verdad que así suenan como cualquier ser humano? Bueno, ¿entonces por qué siempre les pedimos que regalen su trabajo?
Repito, con las grandes empresas no tengo problema, pero si éstas bajan sus precios, harán que los proyectos independientes se tambaleen al no poder competir con los monstruos editoriales. Con ello, los independientes desaparecerán y seguiremos sometidos al servicio indiferente de los grandes sellos, leyendo lo que ellos nos plantan enfrente con ediciones descuidadas —eso sí, al menos tendremos la certeza de que cada ejemplar de Cohelo está hecho de buena literatura, por los libros de Borges o Munró que fueron triturados para ser reciclados en su maquetación—.
Las opiniones vertidas en las columnas son de exclusiva responsabilidad de quienes las suscriben y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Monitor Expresso