Felipe Calderón lleva en la genética el fraude y la chapuza como uno de sus principales mecanismos para obtener el control. Hay un precedente que marca esta dirección, por la poca trasparencia del proceso del 2006, el cual se ensombreció con una metodología orquestada desde el sistema, y la implementación de una guerra propagandística que coartaba la democracia por la dominante influencia decisiva que proyectaron con el electorado. La idea absurda que edificaron, y el fallo de los tribunales ante la evidente maquinaria inequitativa de una ofensiva sucia y desprestigiada contra el Tabasqueño, abrió la brecha de la fabricación, la mentira y la imposición: “haiga sido, como haiga sido”.
Es claro que las irregularidades del proceso, cerraban la entrada por primera ocasión a un partido de izquierda que en aquel entonces, abanderaba el ahora presidente. Que vueltas da la política; los Calderón ahora, viven un anacronismo sintomático del clima que fraguaron en su administración; una gestión que estuvo manchada por las traiciones y deslealtades al interior del partido. Felipe quiso apoderarse de la estructura de acción nacional, pero su arrogancia y su fama narcisista, fueron fragmentando y debilitando su figura.
Con un PAN dividido, y con la aberración de imponer a su conyugue como candidata del partido, terminan por direccionar por la vía independiente. Proceso, que está inmerso en la promisoria de abrazar la democracia y los valores de su génesis y alma mater partidista: el conservadurismo. Sin embargo, el hito que estructuro el desarrollo del camino apartidista, tuvo claroscuros y escenarios fraudulentos por el registro de miles de firmas ilegitimas. El otrora, surge como herramienta para instalar las aspiraciones de Margarita Zavala, una figura que siempre estuvo a la sombra de su esposo.
La enorme loza que cargaba Margarita, para contender en el juego político, la hizo tropezar y fracasar, porque sencillamente fue poco elocuente para penetrar en las simpatías de los diversos sectores. Sociedad, que ha exacerbado el binomio del Calderonismo por abrazar nuevamente el poder como un elemento de sobrevivencia y de codicia. Zavala sin ideas, ni narrativa, pierde fuerza porque nunca capitalizo el voto del PAN. En las encuestas se estancaba, lo que traducía que la estructura del acción Nacional, era la única oportunidad viable de regresar a los pinos, bajo la subordinación política y dependencia siempre de Felipe; eso lo sabía perfectamente Calderón, por eso se enfrascó en una batalla abierta contra Anaya, porque la estructura panista, había embalado varios triunfos en distintos Estados; la apuesta era enorme, pero enigmática, porque Ricardo Anaya, ya se había apoderado de la dirigencia Nacional.
México libre no es la abdicación de los principios que constituyen al panismo, sino, el continuismo del sexenio del Fracaso que construyo Felipe en su periodo. Es decir, ceñir la promisoria tarea de manufacturar un contrapeso al gobierno de su archirrival político: Andrés Manuel López Obrador. A pesar de que existan a todas luces complicaciones para constituir las asambleas distritales, el Calderonismo patológicamente trae intrínseco, el acarreo, las prácticas fraudulentas y todos esos aprendizajes que adquirieron en un esquema pedagógico de la política tradicional de nuestro país: la demagogia. Tengo la impresión de que lograran el registro, no por el arrastre que constituyen sus figuras, sino por la fabricación de maniobras al más puro estilo antidemocrático, y cuya herencia y legado, ha sido parte de la podredumbre que se ha adquirido del descompuesto esquema electoral, que en muchas de las ocasiones ha sido inequitativo.
“La urgencia de responderle a México”, solo es parte del libreto escenográfico de Felipe, una figura que ha perdido credibilidad, porque sus patrones de conducta, muestran claramente una bipolaridad que sumergen en el detrimento por el desdén y la animadversión que sienten muchos mexicanos por la polarización que produjo su administración. La afección política que tiene, ha empeorado cada vez más; los Calderón echan andar todos los instrumentos de comunicación para captar lo que llaman ellos la oposición; sin embargo, existe un catálogo curricular que muestra a un Calderón de cuerpo entero, emulando el título del libro de Julio Scherer, que por cierto, desnuda los escándalos más vergonzosos de Felipe; las fiestas, la algarabía y los excesos, lo colocan en un escenario de poca credibilidad.
México Libre, se gestara, crecerá, pero será el cobijo de muchos panistas que no aterrizaron el impulso tras la disyuntiva que propicio Anaya, en el principal epicentro de la dirigencia Nacional. Los Calderón entraran en el juego político, pero no como una vía de cambio sustancial, sino por las bondades que dan las instituciones electorales para acceder a los mecanismos y espacios del poder mediante las prerrogativas. Las prioridades de los Calderón no son democratizar al país, ni liberarlo del “autoritarismo” que ellos mismo edifican del gobierno, porque la ruptura con Felipe Calderón, parte del desprecio sólido de diversos sectores del escenario Nacional.
No tienen impacto; no existe impulso; no hay una base sólida, ni mucho menos estructura. La quimérica idea de formar una fuerza que abra el camino de la oposición parece no tan pegajosa; en términos políticos, los Calderón no son representativos en el ejercicio social.
El rechazo por México Libre, se traduce simultáneamente en distintos matices que resaltan que los mexicanos están experimentando un nuevo gobierno que se ha instalado en palacio Nacional, con una legitimidad impresionante, caso contrario de su administración, donde el ánimo se fragmento por la atmosfera de la mutilación de la democracia y las deslealtades que trastocaron la personificación de una figura egocentrista, y con una lingüística punzante para sus rivales políticos.
La lógica indica que México Libre nacerá, pero será la combinación representativa de un partido que estará al margen de una base sólida que relance el contrapeso amplio de aquellos sectores que se identifican con el neoliberalismo; tiene dos rivales, el PAN, y las demandas sociales que aún cargan tras el lastre de su sexenio.
Nos vemos pronto.
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