Por Karla Chacer
Mientras leía Los hermanos Karamasov de Dostoyevski, di con un capítulo en el que se toca el tema de la libertad, en éste se menciona que el hombre necesita de ciertas restricciones para que no pierda el control de su vida. Es más, dice que la libertad, si se otorgara como tal a la sociedad, ésta no sabría qué hacer, simplemente se paralizaría por el miedo, por lo que es necesario que la gente tenga una que otra pauta que le señale hasta dónde puede llegar.
Fue una observación que llamó mi atención y que me llevó a pensar hasta qué punto podría tener razón el planteamiento de la novela. Si realmente se nos fuera otorgada una libertad en la que no se necesitara de un tercero para que nos dijera qué hacer y qué no, definitivamente las cosas serían muy distintas para todos nosotros. Y es muy cierto que ese temor, ante la idea de que todos puedan hacer lo que les plazca desate un caos, no deja de sonar en nuestras cabezas, ocasionando que digamos que estamos mejor así, porque a fin de cuentas se podría estar peor, dicen.
Pero también me pongo a pensar: si lo que necesitamos es que alguien nos diga por dónde ir, qué se puede decir, hasta dónde tenemos permitido pensar, ¿realmente somos seres libres? Si la libertad es algo que resulta una mera idealización, ¿se es válido perseguirla y luchar por ella? Y creo que no estaría de más preguntarnos si la plena libertad nos llevaría al caos, o si solo se trata de ese miedo que consciente o inconscientemente se ha ido introduciendo en nuestro cerebro.
Aparentemente se vive en un contexto en el que la libertad se ejerce, pero las represiones, guerras, restricciones migratorias, casos en los que el inocente es encarcelado, muertes sin sentido y niños que no tienen acceso a la educación que por derecho les corresponde, más bien parece indicarnos que esa libertad no se está aplicando como debe, o lo que conocemos como libertad no es tal cosa, sino un concepto que estamos confundiendo.
“Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.” (Goethe)
