La certera política internacional de México rescatada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no surge de un capricho o una pose ideológica del Canciller o del Presidente de la República. Es el resultado de la evolución económica y política de México.
Si no se entiende esa idea se corre el riesgo de ser vociferante, demagogo o cómplice de la política extranjera como ocurre con el PAN.
Por eso ante el caso Culiacán la amenaza de Donald Trump, envuelta en la dulzura de una ayuda necesaria “para limpiarlo todo”, aparte de ser una majadería diplomática, no tiene sustento político y es un despropósito ruin.
Morelos sentó las bases y después Juárez y Venustiano Carranza delinearon los principios generales de la política internacional de México cuando habíamos sufrido como nación las agresiones militares que dieron como resultado la pérdida del 52 por ciento de nuestro territorio a manos de la potencia más sanguinaria y criminal de la historia.
Era esa una política internacional basada sólo en los principios de una ideología liberal, patriótica, independiente, pero declarativa ideológicamente y únicamente defensiva. Tuvimos que padecer todavía de 1914 a 1916, la invasión ¡Otra vez!, de las tropas yanquis que querían ver fracasar a la Revolución Mexicana y que incluso después exigieron prebendas y beneficios, por ejemplo en los Tratados (abusivos y ventajosos) de Bucareli.
Cuando en la década de 1950 a 1960 el valor de la producción industrial mexicana pasó al primer lugar debido a la expropiación petrolera y a las nacionalizaciones, la política internacional de México ya no fue sólo defensiva sino propositiva y de profundas ideas propias e independientes. Eso explica la posición digna del gobierno de Cárdenas y subsecuentes ante la España franquista; la actitud firme, nacionalista independiente e internacionalista de México ante la expulsión de Cuba de la podrida Organización de Estados Americanos (OEA); la presentación en la ONU de la Carta de los Deberes y Derechos de los Estados de Luis Echeverría y la posición de la Cancillería Mexicana ante los conflictos de Centroamérica, de Palestina y muchos otros. Esto es: la fuerza económica del Estado Mexicano era el basamento material que le permitía tomar decisiones políticas propias.
Veamos ahora qué ocurrió con nuestra política internacional durante el neoliberalismo que privatizó y despedazó el sector estatal de la economía: a partir de Salinas y sobre todo con Fox, Calderón y Peña Nieto, la posición de México en la arena internacional se desplomó porque México hacía lo que Washington le sugería amablemente, como patio trasero… El Estado mexicano carecía de fuerza económica e ideas que sustentara una política internacional independiente. Esto no lo entiende Trump que, desesperado por el posible impeachment, busca clavos ardientes a los cuales asirse, e insulta a México con “ofrecimientos” majaderos.
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