Morelia, Michoacán.- La curva descendente de la izquierda y el progresismo en América Latina fue frenada en seco por el triunfo de AMLO. Después de perder Brasil y Argentina, la izquierda internacional tuvo que sufrir la traición de Lenin Moreno en Ecuador e ir, de a poco, sobreviviendo a las crisis fomentadas por el imperio Yankee en Nicaragua y Venezuela, por lo que, para el 2019, que el MORENA gobierne México, siendo la segunda economía del subcontinente y la cuarta de toda América, es importantísimo. Al interior del país el panorama político se mueve distinto, Obrador por sí sólo se mantiene con un alto índice de aprobación, sin embargo, su partido y sus colaboradores, la gran mayoría emanados de éste, distribuidos en los tres poderes y en diversos niveles tanto de la administración pública como partidaria, parece que no siempre le suman, y es que, compartiendo la boleta con Obrador, hasta una piedra gana.
El pasado fin de semana se llevaron a cabo las elecciones pendientes en los estados de Quintana Roo, Durango, Tamaulipas, Baja California, Aguascalientes y Puebla, siendo ésta última, de carácter extraordinario tras el deceso de la gobernadora en diciembre del pasado año. El MORENA se llevó los premios gordos, arrebatándole a la derecha un bastión histórico como Puebla y aplastando a todo contrincante al gobierno del estado cachanilla, Barbosa y Bonilla hoy pueden presumir ser gobernadores de la 4T. En Quintana Roo, el MORENA arrasó con todos los distritos para apuntarse la mayoría en el legislativo local, mientras que en Tamaulipas, Durango y Aguascalientes, el PRI y el PAN mantuvieron su hegemonía regional, con unas que otras conquistas del Verde, de Movimiento Ciudadano y algún partido local, el PAN se apuntó casi en su totalidad Tamaulipas, repartiéndose el pastel con el PRI en Durango y la tierra de los hidrocálidos.
Toda la semana, el resultado electoral ha dado de que hablar, los análisis han sido diversos y la prensa cercana al antiguo régimen ha aprovechado la coyuntura para exacerbar el fatalismo; quieren ver arder a Obrador, les encanta suponer la descomposición interna del MORENA, pero, aunque lo nieguen, la 4T camina. Los resultados son claros, los números son fríos, las comparaciones odiosas y los augurios son temerarios. Pretender
utilizar la elección de la semana pasada, como una especie de radiografía para plantear el escenario de las intermedias, es un error de apreciación, incluso utilizarla como contraste con la de hace un año tampoco nos conduce a ningún lugar, es como dar vueltas en círculos, terminamos donde empezamos. Este falso dilema alentado por los detractores carece de sustento, ya no sólo teórico, sino práctico.
AMLO es una marca, nos guste o no, en todos los aspectos y en todos los rincones, para bien o para mal, lo es, esto lo demuestra el abstencionismo registrado en dicha elección, donde el porcentaje de participación oscilo entre los 30 y 40 puntos porcentuales, es decir, casi la mitad de la participación electoral del año pasado en las presidenciales. Sin embargo, aunque la marca no estuvo presente en la boleta, la marca sigue pesando, y aunque se alegue un desgaste natural o una tendencia a la baja en la aprobación de la administración federal, el reflujo del efecto AMLO alcanzó para posicionar al MORENA como la primer fuerza política del país. Al igual que los oportunistas y no oportunistas de hace un año, los de ahora deben tener algo bien claro, su triunfo, ese triunfo, no es de ellos solamente, no se debe a su trayectoria o a su linda cara, que si fuese por eso, seguro el MORENA no tendría ni la mitad de los escaños políticos que tiene hoy, se debe a todo lo que simboliza, y sobre todo, a todo lo que representa, la figura del presidente, Andrés Manuel López Obrador.
El factor regional tampoco puede ignorarse, pues al igual que la política internacional, el escenario nacional y principalmente, el local, tiene condiciones propias que lo particularizan y lo diferencian de toda la generalidad. Los cacicazgos, la costumbre, la fuerte presencia de grupos criminales, la influencia religiosa y empresarial, incluso la historia, son variables que pocas veces juegan un papel tan definitivo en un resultado nacional, siendo México un país de 125 millones de habitantes y 52 etnias aproximadamente, en tiempos electorales, ese “federalismo cultural” es más notorio que nunca, produce abstencionismo, voto dividido y una enorme ilusión.
La 4T camina y el MORENA se enfila hacia las intermedias como una aplanadora, guardando proporciones y sin descartar todo lo que pueda suceder en el trayecto, el proyecto obradorista es hoy más fuerte que nunca, su consolidación política dependerá del
resultado de las intermedias que posiblemente se empalmen con la revocación de mandato, asegurando la marca en la boleta, nuevamente, ganarán hasta las piedras.
Mientras todos se “calientan” con los números locales de los recientes comicios y hacen predicciones aventuradas, ignoran que lo importante para el MORENA serán sus renovaciones de dirigencias, pues es lo que de verdad potencializará o hundirá al partido, la marca AMLO y su efecto no puede durar para siempre y la selección de perfiles dictará el rumbo de uno de los partidos más jóvenes que prometió hacer de la política y la vida pública de México, algo diferente. Para lograr este cometido, debe deslindarse de “los mismos de siempre”.
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