Fotografía/Marcianos
India.- El Parque Nacional Kaziranga, en el noreste de India, es un ejemplo de éxito en cuanto a la conservación de especies en peligro.
Cuando se inauguró hace un siglo, sólo quedaba allí un puñado de rinocerontes de un solo cuerno. Hoy, con más de 2.400, el parque alberga dos tercios de la población mundial de rinocerontes. Ahora bien, los métodos que utiliza para proteger a sus animales son objeto de controversia: los guardaparques tienen permiso para disparar y matar a los cazadores.
Este tipo de permiso, normalmente se confiere únicamente a las fuerzas armadas o a la policía en casos de insubordinación civil. De hecho, en un momento dado, se mataban más personas al año –más de 20– que rinocerontes. Y en medio de este conflicto, quedaron atrapados los habitantes de las comunidades locales, en su mayoría indígenas.
Los rinocerontes, sin duda, necesitan protección. El valor de sus cuernos es más alto que el oro en Vietnam y China, donde le adjudican propiedades milagrosas. Dicen que sirven para curar todo tipo de males, desde el cáncer hasta la disfunción eréctil.
El gobierno ha dado a los guardaparques de Kaziranga poderes extraordinarios que les brindan una protección considerable si los acusan de matar gente dentro de los perímetros del parque. A pesar de esto, el director de la reserva, Satyendra Singh, explica que la orden de disparar en el acto no describe exactamente de forma correcta cómo operan los guardaparques. “Primero les damos una advertencia pero si ellos disparan, nosotros tenemos que matarlos”, contaba a la BBC.
En los últimos tres años, los guardaparques han matado a 50 cazadores. En 2015, murió más gente a manos de los vigilantes que rinocerontes por la acción de los cazadores (23 personas en comparación con los 17 rinocerontes). El parque justifica la cifra diciendo que se debe a que los cazadores vienen fuertemente armados y disparan a los guardias. Sin embargo defensores de los derechos humanos, atribuyen el alto número de muertes a la protección legal de la que gozan el parque y sus empleados.
Fuente: Vanguardia