México. – Silvia Delgado García, abogada que formó parte del equipo legal de Joaquín “El Chapo” Guzmán durante su extradición y juicio en Estados Unidos, busca convertirse en jueza penal en Chihuahua, uno de los estados donde el Cártel de Sinaloa sigue teniendo fuerte presencia.
A sus 51 años, Delgado realiza campaña en mercados populares, repartiendo volantes y pidiendo el voto ciudadano. Su participación en las elecciones judiciales del 1 de junio ha generado controversia por su pasado como defensora del líder del narcotráficante más conocido de México.
Organizaciones como Defensorxs, encabezadas por el activista Miguel Alfonso Meza, han calificado a Delgado como una candidata “de alto riesgo”, y alertan sobre una posible infiltración del crimen organizado en el nuevo sistema judicial. Otros casos alarmantes incluyen a aspirantes vinculados con los Zetas y personas con antecedentes penales en Estados Unidos.
Aunque Delgado sostiene que su trabajo con Guzmán fue estrictamente legal y profesional, expertos en justicia advierten sobre conflictos de interés: “No puedes defender al Cártel de Sinaloa un día y al siguiente juzgar a personas relacionadas con ese mismo grupo criminal”, señaló Meza.
La preocupación ha escalado hasta organismos internacionales. La Iglesia católica y el gobierno de EE. UU. han advertido sobre el riesgo de que el narcotráfico imponga jueces. Aunque Sheinbaum minimizó los casos como excepcionales, su administración ha comenzado a excluir a por lo menos 18 candidatos señalados.
En total, más de 50 mil aspirantes se postularon para cerca de 2,600 cargos judiciales a nivel federal y estatal, en un proceso donde los filtros han sido mínimos. La falta de controles rigurosos, sumada a la posibilidad de que partidos o grupos con poder territorial —incluidos cárteles— movilicen votos a favor de sus candidatos, aumenta el riesgo de que el narco influya en el sistema judicial desde dentro.
Silvia Delgado insiste en que no juzgaría delitos federales como el narcotráfico, aunque reconoce que podría ver casos de homicidio, extorsión o narcomenudeo relacionados con el crimen organizado. Para ella, representar a “El Chapo” fue una oportunidad profesional que le dio prestigio. Para sus críticos, es un símbolo de los vacíos en un sistema que busca reformarse, pero que podría ser capturado por quienes alguna vez estuvieron al otro lado del banquillo.