Por Karla Chacer
Con una reforma educativa en proceso, que en sí tiene más cara de reforma laboral, manifestaciones, intolerancia, pobreza, inseguridad, delincuencia, corrupción, entre otras cosas, me he preguntado: ¿qué estamos haciendo?
Me parece ilógico que se presuma de varios avances sociales, económicos y políticos, cuando podemos ver que la realidad es otra; un realidad con la que los niños interactúan todos los días. Esto quiere decir que los padres tienen una labor aún mayor, deben asegurarse de que valores como la honestidad, empatía, tolerancia, queden presentes en las consciencias de sus hijos, lo más difícil quedará en las manitas de ellos, si ponerlos en práctica o no.
Y digo difícil porque los niños siguen el ejemplo de los adultos, entonces, ¿qué se puede esperar si lo único que ven es lo que se ha mencionado al principio?
No se tiene que pertenecer a una alta esfera para ser corrupto, basta con ofrecerle mordida al policía mientras los niños están en el asiento trasero del auto; no hace falta ser de otro país para ejercer la intolerancia a los migrantes o refugiados, varios mexicanos lo son ante el pobre y hacia los maestros que exigen una ley justa y transparente, no con rodeos y vistas bonitas como es la evaluación; no es necesario tener un arma en la casa para que el niño la vea con indiferencia, basta con ponerle narcocorridos, videojuegos y películas violentas.
Por si fuera poco, Historia, Filosofía y Formación cívica y ética, son materias que poco a poco son dejadas a un lado para botarlas en un momento u otro. Sin estas materias, ¿qué pensamiento crítico tendrán las futuras generaciones?, y lo más importante, ¿cómo formarán lazos con las otras personas para ayudarse mutuamente?, ¿cómo podrán comprender, aunque sea un poco, de lo que pasa a su alrededor?
“Nunca se necesitó tanto de educadores morales y nunca fue tan improbable encontrarlos.” (Nietzsche )