Por: Mónica Castillo
La Educación que se imparte actualmente en nuestro país, es una Educación que deja mucho que desear a cada uno de los campos que la componen, siendo estos: docentes, alumnos, familia y finalmente sociedad, que es precisamente en la que más daños se pueden encontrar.
Cada uno de estos campos tiene su grado de responsabilidad en la situación actual que se vive, es por eso que no se trata de buscar culpables o inocentes, sino de buscar una solución efectiva al problema, es decir, un nuevo paradigma, un nuevo concepto de educación que explote al máximo todos y cada uno de los avances con la finalidad de dar respuesta a problemas actuales.
Se puede apreciar con facilidad que nos encontramos en una época llena de cambios en todos los aspectos, una época que dista mucho de parecerse a aquélla en la que nosotros fuimos instruidos, un tanto más a aquélla de nuestros padres y abuelos. En consecuencia, la mejor manera de afrontar esta situación es la adaptación, como nos enseña un viejo proverbio holandés: “No puede impedirse el viento, pero se pueden construir molinos”, así que a innovar y aprovechar todas las herramientas que se tienen a la mano y evadir el miedo al cambio, ya que éste nos ata de pies y manos, impidiendo así avances inimaginables dentro del campo educativo.
Resulta imposible tener en mente hoy en día, la imagen de un grupo “normal”, de alumnos bien sentados, callados y escuchando al profesor, anotando todo lo que dice al pie de la letra. En la actualidad nos encontramos en una etapa de “diversidad”, que pone a prueba en todo momento las capacidades y habilidades de los docentes frente al grupo. Se puede observar que aumentan día a día los problemas con los alumnos, pero no las soluciones, un claro ejemplo de ello son el bullying, caída de calidad de niveles educativos, violencia entre los alumnos, pero además hacia el docente por parte de los alumnos, para lo cual aún no se tiene contemplada una respuesta acertada que implique confianza, pero ante todo respeto.
La sociedad tiene un gran miedo al cambio, lo que significa un gran peligro para dos importantes campos, la familia y la escuela. Ya no se cuenta con una familia que apoye las decisiones de los docentes, que refuerce en casa con los hijos siguiendo paso a paso las instrucciones que se le daban para un mejor resultado, un docente que era autoridad y que se respetaba en todo momento. Al contrario, cada día se dejan más responsabilidades de los padres a la escuela, una muestra clara de esto es la enseñanza de los valores, que son la fórmula perfecta para una sana convivencia en sociedad.
Existen miles de ideas llamativas para involucrarse en esta etapa de “diversidad” como docentes, ideas que pueden atraer de nuevo la atención, respeto y tolerancia de los alumnos. La etapa de la diversidad es aquélla en la que el alumno puede elegir el tema, un tema que sea de su interés, un tema en el que se involucre en la investigación, en el que lo vaya dirigiendo de tal manera que el docente sea el facilitador, el guía, el moderador, sin dejar de lado la intención o el propósito que quiere lograr con el mismo, ya que como bien se dice un buen método de enseñanza garantiza un buen aprendizaje.
Un ambiente de aprendizaje óptimo es aquél en el que existe una interacción dinámica entre el docente, alumno y actividades que favorecen la construcción del conocimiento, mediante la interacción con los otros.
Un docente debe entrar con todas las herramientas necesarias para formar parte de este nuevo paradigma, ya que una mala gestión por parte del docente no puede generar respeto o disciplina desde los alumnos. Deberá tener muy presente que no forma parte de un grupo homogéneo, que deberá respetar opiniones siempre y cuando se encuentren dentro de cuadro, brindará la oportunidad de expresarse libremente a sus alumnos y buscará la manera de desarrollar mecanismos que permitan la mediación de conflictos con facilidad.
Se entiende que ningún cambio es fácil, sin embargo tampoco imposible, así que como docente se pueden buscar múltiples opciones que permitan lograr un equilibrio, siendo creativos, proponiendo nuevos espacios curriculares, saludables y terapéuticos, abiertos a la participación y canalización institucional de los conflictos.
Los alumnos tendrán la tarea de vencer el reto cada día de ser autónomos en el aprendizaje y el docente retará el talento del alumno constantemente.