Colima.- Con información de Conacyt en una nota escrita por Pedro Zamora Briseño, informaron que después de quince años del terremoto de 2003, los recuerdos todavía hacen aflorar las lágrimas en los ojos de María Guadalupe León Bautista, habitante de la colonia San Isidro en el municipio conurbado de Villa de Álvarez, Colima.
Durante el movimiento telúrico, de 7.6 grados de magnitud, se derrumbó la casa familiar y murió su padre, Pedro León González, atrapado entre los escombros, mientras que su hermana menor, Sofía de Lourdes, sufrió heridas y fracturas que la mantuvieron más de dos meses en silla de ruedas.
Según las cifras oficiales, esa noche murieron 24 personas, 550 resultaron heridas, y hubo daños de diferentes magnitudes en más de 26 mil casas habitación, equivalentes a alrededor de 20 por ciento de las viviendas de entonces en la entidad. Los daños materiales cuantificados en el estado ascendieron a casi dos mil millones de pesos.
La casa de la familia León Bautista no fue la única colapsada en esa colonia, ya que la gran mayoría de sus vecinos sufrió pérdida total de sus viviendas. Días después, cuando fueron retirados los escombros, los terrenos baldíos se extendían por cuadras enteras.
Posteriores estudios de mecánica del suelo de esa área de la zona metropolitana Colima-Villa de Álvarez determinaron que no eran terrenos aptos para construcción, por el exceso de humedad y la falta de consistencia, debido a que tiempo atrás ahí habían estado asentadas algunas ladrilleras.
María Guadalupe León recuerda que el gobierno estatal ofreció reubicarlos en lotes de la colonia Real de Minas, pero la mayoría de los vecinos no aceptó, por lo que finalmente las autoridades les permitieron quedarse en el lugar a quienes así lo desearan.
La familia León Bautista fue una de las que no se fueron, pero ante la insuficiencia de los 30 mil pesos recibidos como único apoyo de parte del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), los hermanos de la mujer, de oficio albañiles, tardaron seis años en edificar una nueva vivienda sobre el mismo terreno.
Sin embargo, para evitar riesgos derivados de las deficiencias del suelo, el inmueble fue construido de una sola planta —originalmente tenía dos niveles— sobre una gruesa plataforma de concreto y varilla.
Investigación científica ante fenómenos sísmicos
De acuerdo con José Francisco Ventura Ramírez, exdirector de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Colima (Ucol), el sismo del 21 de enero de 2003, ocurrido minutos después de las 20:00 horas, se ubica dentro de la categoría macro por haber rebasado los siete grados de intensidad y por la magnitud de los daños causados.
Tuvo un impacto más fuerte en Tecomán y la zona metropolitana de Colima-Villa de Álvarez; en el primer caso por deficiencias en la construcción, mientras que en el segundo por estar en una zona de avalancha volcánica que tiene al menos tres tipos de suelo, que responden de manera distinta.
A 15 años de distancia, sin embargo, la población del estado continúa en situación de vulnerabilidad porque hasta ahora solo la capital tiene un reglamento reciente de construcción, emitido en 2014, pero no ha publicado las normas técnicas para garantizar la seguridad de los nuevos inmuebles ante fenómenos sísmicos.
Sin embargo, en este periodo se avanzó en algunos aspectos, como la elaboración de un atlas estatal de riesgos y el fortalecimiento de la investigación científica de la Universidad de Colima en materia de sismología.
Ventura Ramírez, maestro en ciencias en el área de ingeniería sísmica, señala en entrevista que todo el estado de Colima se encuentra en una zona de muy alto peligro sísmico, debido a que las placas oceánicas de Cocos y Rivera se hunden bajo la placa continental Norteamericana a lo largo de la trinchera mesoamericana y forman zonas de subducción donde ocurren muchos terremotos.
Pese a lo anterior, contra la creencia popular de que por ser zona altamente sísmica la ciudad de Colima no es apta para la construcción de edificios altos, el doctor Agustín Orduña Bustamante prepara el proyecto Desarrollo de vivienda vertical sustentable, para el que propone la aplicación del mecanismo denominado aislamiento sísmico.
Profesor investigador de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Colima, Agustín Orduña explica que la idea es promover edificios para vivienda de diez a 20 niveles, pues este tipo de inmuebles “es más apropiado y seguro para regiones como Colima que, aunque son altamente sísmicas, tienen un suelo bastante duro, formado por material volcánico”.
Según el académico, la característica de los sismos en esta entidad —de movimientos rápidos y periodos naturales cortos— afecta más las edificaciones rígidas de una o dos plantas que los edificios altos.
“En suelos duros, un sismo de movimiento rápido, con periodos de alrededor de 0.1 segundos, no alcanza a mover un edificio grande, pues este tiene un desplazamiento más pausado, más lento, que va de uno a dos segundos; la idea que propongo está relacionada con lo que en ingeniería se llama aislamiento sísmico, en el que mientras el suelo se mueve muy rápido, el edificio prácticamente se queda inmóvil; con este mecanismo, el sismo probablemente se percibe como subir y bajar, más que el movimiento horizontal que normalmente puede causar más daño”, refiere.
Agustín Orduña Bustamante compara esto con la maniobra que hacen los magos que retiran rápidamente el mantel de una mesa sobre la que había una jarra con agua y esta se queda en su sitio. “Es tan rápido que el movimiento no se puede transmitir a la jarra, que es algo pesado. Es algo parecido con el desplazamiento del sismo: se mueven el terreno y la base del edificio relativamente rápido, con oscilaciones cortas y rápidas, y el edificio tiene otra forma de vibrar más pausada, digamos que no tiene tiempo de seguir el movimiento del terreno”.
José Francisco Ventura señala, a su vez, que ante los tres tipos de suelo del área conurbada Colima-Villa de Álvarez, cada zona debe tener su propio diseño para construcción desde el punto de vista sísmico. Y aunque el área de mayor riesgo se encuentra al sur de la ciudad, en todos los casos se requiere realizar estudios del suelo porque las avalanchas volcánicas están compuestas de materiales diversos: “A veces se encuentra uno piedras muy grandes y en otras hay islas de material de tierra conocido como limo o arena”.
—¿Esa información está considerada en los reglamentos de construcción?
—Sí y no. Sí, porque ya hay estudios y de alguna manera las inmobiliarias conocen esa situación, pero no, porque no se ha publicado oficialmente y entonces mientras esto no ocurra no hay forma de hacer obligatorio que se aplique.
“La ventaja hacia el suroriente, considerada la de mayor riesgo por su tipo de suelo, es que originalmente la construcción de viviendas es de inmobiliaria —salvo algunas colonias tradicionales que eran parcelas y los propios dueños fueron edificando— y estas constructoras sí cumplen los reglamentos porque el Infonavit o cualquier otra autoridad les pone una serie de filtros que tienen que cumplir para poder asegurarlas”.
Sin embargo, advierte que las ampliaciones de esas mismas viviendas no son seguras, pues una vez que se le agregan recámaras u otros espacios como cochera, no hay garantía de que se hayan hecho con un proyecto que considere el efecto sísmico del suelo ahí.
Trabajo completo aquí
Fuente Conacyt