Hace diez meses vivíamos una noche electoral atípica. A pesar de que el bipartidismo no fue derrotado, los cinco eurodiputados de Podemos fueron una absoluta sorpresa. Y quizás no tanto por el resultado en sí, sino porque la ilusión generada hizo posible que la formación encabezada por Pablo Iglesias alcanzara pocos meses después el primer lugar en prácticamente todas las encuestas electorales.
Tan sólo un mes después de aquellos resultados, en junio de 2014, se presentaba públicamente la plataforma Guanyem Barcelona, cuyo rostro visible es Ada Colau, activista y portavoz de la PAH durante años. La escuela Collaso i Gil, ubicada en el barcelonés y popular barrio del Raval, se quedaba pequeña para un acto público en el que cientos de personas se quedaron fuera. El proyecto era viable tanto por la presencia de una figura tan emblemática como Colau, como por la propia realidad barcelonesa, de la que participan movimientos sociales organizados y potentes.
Caminos diversos
El ‘espíritu Guanyem’ se extendió por todo el Estado español y pronto surgieron diferentes réplicas en la mayoría de capitales así como en numerosos municipios. Sin ninguna Ada Colau al frente, y con escenarios políticos de lo más diverso, cada uno de estos proyectos habría de discurrir por un camino distinto. Y mientras algunos sí han configurado auténticas candidaturas de unidad ciudadana, otros proyectos desfallecen. Es necesario poner en valor la labor desarrollada en Ganemos Madrid por numerosos activistas sociales, que han sido capaces de construir un proyecto tanto o más democrático que el Guanyem original. Otros Ganemos, como el de Málaga y Córdoba también marchan adelante, aún con las dificultades propias del escenario andaluz. Otros muchos proyectos, llamados “Ganemos” o con otros nombres distintos, penden de un hilo.
Sólo cuando las siglas quedan en un segundo plano, se abre la posibilidad de construir un proyecto municipal de ruptura
La mayoría de proyectos municipalistas aún dependen, en la práctica, del quehacer de los distintos actores implicados. Podemos es sin duda la fuerza política emergente, aglutinante de buena parte de la ilusión política por el cambio. Su estructura, creada de la noche a la mañana, es tan amplia como inabarcable y aún desorganizada. Y su decisión de no concurrir a las elecciones locales con su marca propia lo convierte en un oscuro objeto de deseo para todos aquellos proyectos que aspiran a generar una alternativa municipal.
Izquierda Unida, por el contrario, es una sólida estructura pero sin base. Los más fieles y trabajadores militantes siguen en primera línea, pero sus simpatizantes parecen abandonar el barco. Las elecciones andaluzas serán un buen termómetro para valorar su situación. Y no habría peor escenario que una debacle en un territorio donde cuenta históricamente con una sólida implantación. Otras formaciones, como Equo, también confluyen en distintas iniciativas, sin ni siquiera actuar en un mismo territorio, por ejemplo el andaluz, con una misma estrategia.
Y hay otra fuerza, quizás aparentemente no tan fuerte en lo numérico, pero que por su cualidad se está revelando como un actor crucial en todos los procesos que están en marcha. Me refiero a los independientes, a las personas procedentes de movimientos sociales y de la sociedad civil que, de forma desigual en cada ciudad, han sido capaces de dar vida a iniciativas electorales que bien pudieran ser ganadoras en el próximo mes de mayo. Hay probablemente una historia invisible que nunca se contará a este respecto. El papel que los y las activistas del Patio Maravillas (Madrid) o de la Casa Invisible (Málaga) nunca será tenido en su justa medida.
Sólo cuando se desbordan las estructuras, sólo cuando las siglas quedan en un segundo plano, se impone la posibilidad de construir un proyecto municipal de ruptura democrática. En la próxima cita municipal tendremos nuevas candidaturas y nuevos nombres. Habrá que discernir en cada ciudad dónde significan algo nuevo o la continuidad de las viejas estructuras.
Fuente: Periodico Diagonal