Tal parece que esta administración federal estará marcada por los escándalos y señalamientos públicos tanto al titular del Ejecutivo como a los funcionarios de los más altos niveles de las dependencias federales, y es que desde inicios de la gestión de Enrique Peña Nieto se han desatado una serie de situaciones que han puesto literalmente en el ojo del huracán las actividades presidenciales e incluso las personales.
Este primero de septiembre se cumple el tercer año de su gobierno, estamos exactamente a la mitad de su gestión y vale la pena decir que también en un periodo donde su nivel de aprobación por la ciudadanía apenas supera los treinta puntos porcentuales.
Con una economía en la que el tipo de cambio se ha volatilizado por los efectos en el mercado oriental, un reporte sobre la pobreza que revela que al menos la mitad de los mexicanos se encuentra en situación vulnerable y un clima de incertidumbre a nivel internacional por una escalada en la violencia en México, la llegada al tercer informe no es fácil para la administración federal.
Sumándole a esto, los escándalos al estilo de novelas del corazón hasta unos calcetines al revés, han logrado que la gestión del mexiquense se encuentre opacada por temas que no van más allá de la politiquería o los asuntos que dan nota, pero no trascienden.
Estos escándalos han influido hasta el punto en el que se han originado estrategias en la administración pública, como el anuncio de la creación de Comités para tratar los conflictos de interés en los personajes del gobierno, propuesta que surge a partir del llamado caso de la Casa Blanca.
Estas políticas que pudieran sonar atractivas de primera mano, han sido creadas para salir del paso, es decir, para que a partir de la Casa Blanca “nunca más” se vuelvan a realizar actividades por parte de los funcionarios públicos que pudieran vulnerar la ley.
Sin embargo, uno de los problemas de fondo, que es la corrupción, no está siendo atacado o por lo menos, atendido en sus orígenes y por ello, continuarán seguramente ocurriendo casos en los que si no se rompe la ley, por lo menos si vulneran la legitimidad de los involucrados, en este caso la del titular del Poder Ejecutivo.
Llegamos a la mitad del sexenio y con ello, surge también la inquietud entre la clase política y los sectores intervinientes en la vida pública, de replantear las políticas e incluso, los titulares que se encuentran al frente de las secretarias.
Ya se manejan nombres, algunos titulares saldrán de las dependencias federales y otros llegarán con bríos seguramente para trabajar rumbo al 2018, que está prácticamente a la vuelta de la esquina.
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