Estados Unidos. – David Lynch, el influyente cineasta, guionista, actor y productor de música electrónica, falleció el pasado jueves 16 de enero a la edad de 78 años, dejando una huella profunda en la industria del cine, la televisión y la música. Su trabajo, siempre impredecible y surrealista, transformó el panorama artístico y se convirtió en referente para generaciones de cineastas, artistas y fanáticos. Con una narrativa única y un enfoque desafiante hacia los géneros del terror, el drama y el thriller, Lynch creó obras que siguen siendo objeto de admiración y estudio.
Entre sus películas más representativas se encuentra Cabeza borradora (Eraserhead), un film de 1977 que marcó su incursión en el cine independiente estadounidense. Esta obra es considerada pionera en el subgénero del “body horror”, y narra la historia de un hombre perturbado por pesadillas que descubre que es padre de un bebé extraño y no humano. Este filme catapultó a Lynch al estrellato, y es considerado uno de los más inquietantes y surrealistas de su carrera.
Otro de sus clásicos más conocidos es El hombre elefante, un drama que, a pesar de tener una estructura narrativa más convencional, sigue siendo un ejemplo de su capacidad para crear personajes profundamente humanos a partir de deformidades físicas extremas. La historia de John Merrick, un hombre con una severa deformación facial exhibido en un circo, fue un éxito tanto crítico como comercial.
En 1986, Lynch alcanzó una de sus nominaciones al Oscar con Terciopelo azul (Blue Velvet), una pieza clave del cine noir que, gracias a su mezcla de perversidad, sensualidad y misterio, se convirtió en un clásico de culto. Salvaje de corazón (Wild at Heart), una road movie protagonizada por Nicolas Cage y Laura Dern, mostró su faceta más romántica y al mismo tiempo, más salvaje y erótica.
Lynch continuó explorando lo surrealista en Lost Highway y en su obra maestra Mulholland Drive, que fue considerada la mejor película del siglo XXI por la BBC. En ambas, el cineasta desafió las convenciones del cine narrativo, invitando al espectador a sumergirse en un laberinto de realidades y percepciones distorsionadas.
El legado de David Lynch es una invitación a explorar los límites de la creatividad y la narrativa cinematográfica, dejando una marca indeleble en la cultura contemporánea.