El 19 de septiembre de 2017 sin duda quedará marcado en nuestra memoria como un día de luto nacional, donde la naturaleza nos demostró que está viva, nosotros sus huéspedes sentimos el poder de la vida, no es culpa de la madre tierra, son sus ciclos que en determinado tiempo detonan, aún no podemos pronosticar los sismos futuros, pero lo que si podemos es prevenir que los edificios donde habitemos sean construidos con mejores normas de calidad, que los fondos a desastres sean los suficientes para hacerle frente a una contingencia como la que hoy vivimos en Morelos, Oaxaca, Puebla, Chiapas y Ciudad México.
El pueblo volvió a levantarse con el espíritu de un guerrero inquebrantable, aún cuando la adversidad tocó su puerta, México estaba ahí con la mano tendida dispuesto a dar todo por su gente, en cada lugar donde había un derrumbe había un gran cumulo de gente buscando en cada resquicio sobrevivientes; los “aplausos” sonaban con alegría y alivio el rescate con vida de los nuestros, el “silencio” era paradójicamente ensordecedor cuando la vida de un ciudadano dejaba de existir, sin embargo con toda ese dolor siempre siguieron de pié, entonando con el corazón el himno mexicano.
La solidaridad, fue expuesta en varias historias; mexicanos humildes, taqueros, panaderos, tamaleros donaron su comida para ayudar a los rescatistas, un pedazo de pan para mitigar las penas, las imágenes se compartieron en las redes sociales, de aquellos que poco tenían se desprendían de lo mucho que representaba. Ancianos y niños por igual donando su despensa, dando su ropa, no importaba si eran los 5 pesos de aquella pequeña que compró de arroz, toda la ayuda fue de corazón, pues el dolor lo hicieron propio.
No obstante, esas muestras de ayuda no importaron para los políticos que en su afán de ser protagonistas, buscaron en cualquier momento aparecer en las zonas desastre, inclusive etiquetaron con su logos de Gobierno los víveres que la gente aportó, dinero que gastaron en imagen y hasta publicidad cargando despensas con el logotipo del DIF, a la gente no importó en primer momento dicha situación, pues lo urgente es que esa agua, lata de atún, pastas y sopas llegaran a su destino.
Pero al tiempo que la gente comenzó a preguntar, ¿por qué? esa ayuda no estaba saliendo o llegando de forma inmediata para aquellos que lo requerían, se mostró el México gandalla, corrupto, cruel e insaciable de la clase política, que buscó los reflectores, vimos a un Peña Nieto con su primera dama desesperados porque la prensa le siguiera su juego, un Graco Ramírez insensible de la ayuda humanitaria con una esposa acaparadora de la buena voluntad de los miles de mexicanos, un secretario de gobierno que salió huyendo del lugar del desastre, un gobernador de Michoacán usando chaleco y casco dando banderazo de la ayuda rotulada con sus logos, otro caso sonado en redes sociales también fue el de la presidenta del DIF de Pátzcuaro, Michoacán que fue acusada de marcar las donaciones con la leyenda “DIF”.
Además de querer aparecer en las fotos con la gente necesitada y haciendo “labor altruista”, los políticos ahora sabiendo que el proceso electoral está en marcha no han parado de rasgarse las vestiduras, prometiendo que donarán hasta la totalidad de sus recursos de este año para los damnificados, unos y otros se avientan la bolita con los 7 mil millones que el INE entregará a los partidos en el 2018, debate que se originó en las redes sociales y llevó a reunir más de millón y medio de firmas para que se donara a los damnificados del sismo en lugar de instituciones políticas.
Sin lugar a dudas, este sismo movió a México sus corazones, pero también abrir los ojos de una realidad que siempre ha estado ahí, la división de la clase política que tal parece que su única función es dividirnos, o acaso todos los que se volcaron ayudar lo hicieron pensando en partidos, políticos o instituciones gubernamentales, apuesto que no, MÉXICO lo hizo porque tiene mucho que dar, lo contrario que tienen sus representantes.