Lex Ashton, de 19 años, es el joven acusado de ingresar armado al CCH Sur de la UNAM el pasado 22 de septiembre, asesinando a un estudiante e hiriendo a un trabajador. Tras su detención, fue trasladado a un hospital del IMSS donde fue evaluado por un equipo médico que detectó un episodio depresivo mayor moderado, antecedentes de bullying, un entorno familiar fragmentado y síntomas de bradipsiquia y bradilalia, alteraciones asociadas a lentitud del pensamiento y del habla.
El reporte clínico señala que, además, Ashton presenta rasgos compatibles con un posible trastorno sociopático de la personalidad, aunque descartó la presencia de delirios o alucinaciones. Estas condiciones, junto con su historial personal, serán elementos clave en el análisis psiquiátrico y judicial para definir su grado de responsabilidad penal. La madre del agresor había alertado previamente al 911 sobre señales de riesgo, lo que abre preguntas sobre la prevención del ataque.
Especialistas consultados advierten que, si bien estas condiciones mentales no justifican ni excusan la violencia, sí constituyen factores relevantes para comprender el comportamiento del agresor y orientar el proceso judicial. El caso ha puesto en debate la necesidad de reforzar la atención psicológica en jóvenes y la detección temprana de riesgos en contextos escolares.
La investigación continúa abierta y las autoridades analizan la combinación de factores personales, sociales y de salud mental que pudieron influir en la tragedia. El caso de Lex Ashton se ha convertido en un llamado a revisar protocolos de prevención y apoyo psicológico en espacios educativos