Con la pandemia a tope, el tiempo a veces sobra, y es que la inversión de este se fragmenta, no es que no haga nada, tengo mucho que hacer, pero bueno, con esta descompensación de labores y los cambios de horario, de pronto me falta actividad, de pronto me sobra ocio. En uno de esos ratos me dispuse a vagar por la web y las redes sociales, entonces algo llamó mi atención, en la mayoría de las publicaciones serias, en la mayoría de las publicaciones medianamente serias, en la zona de comentarios, abundaban las caritas riéndose. Por más que leía el texto, no le encontraba gracia alguna, pero no me preocupé tanto como cuando revisando mis redes sociales, volví a ver el mismo patrón, en mis publicaciones, en las de mis amigos, en las de mi madre, en las páginas oficiales, en todas las redes; una y otra vez, caritas, caritas riéndose.
Por un momento me preocupe, tal vez yo he perdido el sentido del humor o me he oxidado en estas cosas, pensé, aunque de verdad me parecía poco probable esa hipótesis, siempre intento actualizarme, sin embargo el patrón se repetía en todos lados, Instagram, Facebook, Youtube, Twitter. Poniendo más atención a las reacciones presentes, fui de a poco encontrando similitudes y atando cabos, y aunque no daba crédito a lo que descubría, por un momento sentí que Humberto Eco estaba a mi lado susurrándome… Las redes sociales le han dado voz a una legión de idiotas, y vaya que idiotas.
Por cada comentario que pretende ser serio, encontré 10 caritas riéndose como mínimo, vayan ustedes a saber cuál sería el máximo, lo que sí les digo es que pude observar en una respuesta a un comentario de un usuario de la página oficial de la Secretaría de Bienestar como 30 caritas riéndose, aunque la respuesta era una explicación breve y concisa de como maniobrar el portal para registrar adultos mayores para ser vacunados, aun así no se salvó. Cabe mencionar que las caritas riéndose casi siempre vienen acompañadas de improperios, argumentos sin sostén y un alto grado de soberbia academicista e intelectualoide.
Concluí que las caritas riéndose son la respuesta perfecta para el imbécil perfecto, el que no analiza, el que no piensa, el que hubiese quemado a Galileo, el que hubiese decapitado a Montesquieu, el que fusiló a Lorca, el que asesinó en el Yuro, en Chinameca, el que no razona, el que no piensa. Tal vez el campo digital no sea el más apto para librar intercambios más o menos serios, pero es el que nos tocó; es increíble como algo tan futurista puede oler de pronto a segunda guerra mundial.
En dos minutos los y las francotiradoras de caritas riéndose pueden lograr la máxima hitleriana de la mentira que se vuelve verdad repetida 100 veces. Fabrican violadores, fracasos presidenciales, son expertos en todas las materias, de moral selectiva y sumamente inteligentes, cualquier argumento que utilices será condecorado con una carita riéndose, tus comentarios no son leídos, tus argumentos no son tomados en cuenta, sólo cuenta su verdad, sólo cuenta su ley.
Si vivimos en una sociedad con tantas libertades y con tanto acceso a la información, ¿Cómo nos explicamos esto? ¿Cómo nos explicamos que mucha gente no quiera informarse? Después de darle vueltas a este tema en mi cabeza caí en cuenta que no se trata de informarse, que no es un tema de querer o no querer, sino que es un tema material, es un tema de consciencia, consciencia de clase.
Las caritas riéndose representan la falta de argumentos, la incapacidad de responder sin las vísceras de por medio, la perdida de privilegios o el creer que los perdiste cuando nunca si quiera los tuviste, la falta de atención, la necesidad de sentirse útil, reconocido, el hablar de algo que no conocemos pero en nuestra infinita soberbia creemos que sí, el opinar leyendo sólo el encabezado, el clasismo de quienes creen que no podemos porque no merecemos, el machismo escondido de quien se tiñe de verde pegándole al presidente pero disfruta que le paguen siempre la cena, la soberbia del académico frustrado que se quedó esperando su invitación para conformar el gabinete, la ignorancia, la podredumbre en que está sumida la sociedad, la inmediatez.
Las caritas riéndose en tus comentarios que pretenden ser serios, en tus discusiones, en tus opiniones, en tus publicaciones, son el PRI, el PAN, el PRD, son años de saqueo, son no querer reconocer que no somos el copo de nieve, que no lo haríamos mejor nosotros, son los millones destinados a Nexos, donde por cierto nunca escribiste, son las noticias falsas, es la libertad de expresión que alegas no tener, son tus “chaquetas mentales” asumiéndote como libertario y/o anarquista, son tu mala educación confundida con rebeldía, son el ego y la pereza, son lo que no queremos para México.
En el mundo de las redes sociales todos son valientes, escondidos tras un ordenador todos actúan como Iván Drago, aunque en la vida real sean Apolo y no duren ni dos asaltos. Mientras tengamos la razón de nuestro lado, siempre estaremos del lado correcto, así que sin descuidar las calles y la organización popular que es nuestra mayor fortaleza, sigamos dando la batalla en el terreno de las ideas, sigamos en la web haciendo ruido, informando, combatiendo las mentiras, respaldando el único proyecto actual que se plantea velar por todos, incluyendo a los más desprotegidos en el centro, sigamos generando reacciones adversas, es buena señal.
Por lo pronto yo les advierto, porque no me gusta amenazar, que voy contando las caritas riéndose en mis comentarios, llevo una lista con nombre y apellidos, las iré acumulando, no por presunción, sino por orden, me gusta el orden en las cosas, me gusta pensar que de esta forma, si en algún momento estalla la revolución, ya sé cuántas balas como mínimo debo comprar y que nombre ponerles. Espero sus comentarios, muero por leerlos, sus reacciones, mo saben lo feliz que me hace ver sus caritas riéndose, riéndose y ya.
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