Plaza de Armas
Carlos F. Márquez.
El jueves 16 de mayo Morelia vivió una de las jornadas más violentas: 7 asesinatos en la ciudad capital, y ningún detenido. Fiel a su costumbre, los funcionarios municipales, incluido el alcalde con licencia que busca la reelección, evadieron su responsabilidad con la seguridad pública del municipio, y como la mejor defensa es el ataque, culparon al Gobierno del Estado por la ola de violencia. Pero las cifras están ahí con su fría verdad: mientras Michoacán bajó de los primeros lugares a la séptima posición nacional en homicidios, Morelia volvió a ser el municipio con la incidencia más alta de este delito.
Al cierre del gobierno de Silvano Aureoles, en 2020 y 2021, Zamora tenía el mayor número de homicidios en el estado; sin embargo, acompañado por las fuerzas federales de seguridad y con la colaboración del gobierno municipal, Alfredo Ramírez Bedolla inició su mandato con una intervención en la franja fronteriza con Jalisco -el territorio con la mayor crisis de violencia en esos días-, lo que permitió disminuir los asesinatos y en 2023 el municipio bajó al tercer lugar en incidencia de ese delito.
En sentido opuesto a lo que ocurrió en Zamora, en 2022 y 2023 Morelia volvió a ser el municipio con más homicidios en el estado. La estrategia de seguridad del gobernador daba resultados en la frontera con Jalisco, y la de Alfonso Martínez fracasaba en la capital del estado; ¿por qué? El alcalde capitalino pensó, o le hicieron creer, que confrontar al Gobierno del Estado en el rubro de seguridad le daría buenos resultados electorales en su campaña de reelección, porque estaba previsto que la oposición a nivel nacional atacaría por ese flanco al Presidente Andrés Manuel López Obrador y a Morena.
Para Alfonso Martínez la estrategia de seguridad siempre ha sido electoral; es decir, el objetivo del gobierno municipal no ha sido tener a Morelia en paz y garantizar la seguridad de sus habitantes, sino todo lo contrario: mantener un estado persistente de inseguridad para culpar a los gobiernos emanados de Morena, y cosechar los frutos del “malestar social” el día de la jornada electoral.
El trabajo del comisario Alejandro González Cussi es eficaz en la ficción creada por Alfonso Martínez, ahí donde los policías municipales detienen a secuestradores después de una persecución videograbada, curan a perritos supuestamente heridos de bala, y se toman selfies en cumplimiento del deber; sin embargo, la realidad se impone, y una prueba irrefutable de su fracaso en seguridad es que los asesinatos ocurren hasta en las mismas instalaciones de la policía municipal, como lo reveló el periodista Omar Magaña Olascoaga.
En su campaña electoral por la reelección, Alfonso Martínez presume que Morelia “es la ciudad más videovigilada”, y para que no haya dudas, el gobierno municipal difundió la persecución y detención de unos supuestos secuestradores gracias a cámaras del C4; sin embargo, el jueves pasado hubo siete asesinatos en la ciudad, y la Policía Morelia no detuvo a nadie, como no lo ha hecho en otros homicidios que han ocurrido a plena luz de día en centros comerciales y avenidas principales. El alcalde con licencia y su gobierno usan las cámaras de seguridad para atacar e inculpar a sus adversarios, pero son ciegos ante la delincuencia que campea en la ciudad.
¿La crisis de inseguridad en Morelia puede ser calculada por el gobierno municipal con fines electorales?; Hechos como la alta incidencia de homicidios en el municipio, quema de bares y antros, robos a negocios y la incapacidad policial sólo pueden ser el reflejo de una gran incapacidad en materia de seguridad, o de una perversa tolerancia que raya en la complicidad. Saque sus conclusiones.
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Carlos Márquez
Ha sido periodista cultural, jefe de edición e información en La Jornada Michoacán. Durante la última década se ha especializado en comunicación política y de gobierno.