No sé por dónde empezar, la idea de abordar el tema de alguna manera me ha rondado por la cabeza desde hace meses, sino es que años, pero por más que lo pienso y trato de reflexionarlo, no le puedo dar un orden a lo que mi mente quiere hacer, aquello a lo que busca darle sentido. El caso es que el hecho se presenta como una imagen a modo de collage y me pide que la saque, que la exponga y que trate de encontrarle forma. ¿Pero cómo darle forma a algo que con el tiempo se desdibuja? Entonces empiezo a leer a Jelin, a quien ahora aprecio y leo como si de una amiga se tratara, y me encuentro con una especie de guía que va amoldando una serie de borrones, los recuerdos, para dar pies y cabeza a lo que pasó un quince de septiembre de hace casi nueve años. El problema es ese, que sólo tiene pies y cabeza, ¿cómo poner la parte media? Para eso necesito de su ayuda.
Seguramente se preguntarán cómo, cuándo y porqué necesito de su ayuda, las respuestas son simples, pero atienden a algo un poco más complejo.
Empecemos por el porqué: El día 15 de septiembre del 2008, mientras se realizaba el Grito de Independencia en Morelia, un grupo de personas que disfrutaba del evento en la Plaza Ocampo fue víctima de un atentado terrorista, debido a la explosión de una granada. Este acto dejó un saldo de ocho personas muertas y un centenar de heridos, quienes siguen padeciendo por las lesiones que sufrieron en aquel momento.
A pesar de lo que pasó en ese espacio y de la carga simbólica que contenía, dicho lugar fue remodelado. Ni siquiera se tomaron la molestia de esperar un poco más, remodelaron en cuanto tuvieron la oportunidad (2009) y sólo dejaron lugar a una pequeña placa que conmemora el atentado que ocurrió en 2008.
Modificar el espacio físico donde sucedió un atentado como éste da pie a que la gente no le dé la importancia debida y que lo olvide. Si los lazos que pueden conectar con un hecho traumático del pasado se borran o se eliminan, puede crearse la sensación de que el hecho no pasó o que no fue para tanto. Esto nos lleva a una especie de silencio colectivo, generando que las víctimas directas no reciban la atención que necesitan para ser atendidas y para recibir justicia; por si fuera poco, las víctimas indirectas, nosotros, dejamos que el terror se inserte en nuestras
vidas y que la forma en que solíamos llevarlas cambie, muchas veces ocurre sin que nos demos cuenta.
Sí, es válido y necesario el olvido, pero cuando ya se ha pasado por un perdón. Para que haya un perdón es necesario que seamos conscientes de lo que pasó, de generar una colectividad para que el evento se exponga y puedan así sanarse las heridas, al menos internas, que el hecho provocó. Caer en cuenta de que son varios los que comparten nuestro sentir nos puede llevar al siguiente paso, ver el hecho de una forma más amplia; al verlo así podemos pasar a buscar las formas de reparar el daño, como puede ser la justicia y la certeza de que algo así no se repetirá. Logrado todo esto podremos dar lugar al perdón y entonces, sólo entonces, podremos empezar a darle un poco de espacio al olvido.
Llega el turno del cuándo y del cómo: dentro de unos días será 15 de septiembre y se cumplirán nueve años del atentado que afectó la vida de varios habitantes de Morelia. Durante estos días intermedios entre la publicación de mi columna y el día del Grito de Independencia, los invito a que mediten si su vida cambió después del 15 de septiembre del 2008, si la ciudad siguió siendo la misma para ustedes, si el pasar por esa plaza les evoca algo mientras se dirigen a un café o a su trabajo. Además de esto, no estaría mal que trataran de recordar cómo fue ese día y el siguiente para ustedes, pues para construir una memoria se requiere de un diálogo.
En busca de que ese diálogo inicie de alguna forma, les comparto mis recuerdos de aquella noche y del día siguiente:
Aquella noche del 15 de septiembre del 2008 mi familia y yo nos reunimos para realizar una “Noche Mexicana”, recuerdo que llevamos diferentes guisados y que esa fue la primera vez que decidimos reunirnos para celebrar esas fechas. En la tele estaban por transmitir el Grito de Independencia, así que no sabíamos si ver el del gobernador o del presidente, al final optamos por ver el del gobernador, más que nada para ver cuánta gente fue. Vimos el grito con completa normalidad, aún no sabíamos lo que acababa de pasar; luego cambiamos a otro canal y seguimos con la plática. Como mis padres estarían ocupados al día siguiente, me fui con mis abuelos para quedarme a dormir en su casa, durante el camino se llegó a comentar que las calles estaban muy silenciosas, algo raro en un día festivo.
Llegamos a su casa y nos fuimos a dormir, yo estaba aliviada porque no iría a la escuela al día siguiente por el desfile, así que podría estar libre de tareas por un día. Pero cuando despertamos al día siguiente notamos que un pesado silencio deambulaba por las calles, no había gente afuera y los aviones y cuetes que acompañan a cada desfile no se escuchaban. Fue en ese momento que comenzamos a preguntarnos qué ocurría, en definitiva, algo no andaba bien.
Tomé mi celular y vi varios mensajes de amigos que preguntaban si estaba bien, los respondí con un simple “Sí, ¿y tú?”, entonces las noticas comenzaron a llegar. Algunos me decían que habían disparado durante el grito, otros que una bomba estalló; unos me señalaron que sólo unos cuantos resultaron heridos, otros que no se podían contar porque eran muchos. En ese momento no me importaba la cantidad, me importaba que mis amigos estuvieran bien, varios acostumbraban ir a ver el Grito, ¿y si algo les había pasado? Llegué a marcarles, casi todos me respondieron y me dijeron que estaban bien, pero una amiga no me respondía, me mandaba a buzón. La angustia me invadió, así que seguí insistiendo.
Todas las noticias locales iban sobre eso, también los noticieros nacionales. Seguí intentando contactar a mi amiga, hasta que finalmente me contestó y me dijo que se encontraba bien, que sí fue al Grito pero que no se dio cuenta de lo que pasó hasta esa mañana. Estoy segura de que las dos teníamos muchas preguntas en esos momentos, además de mucho miedo, pero nuestro intercambio de palabras fue poco. No comprendía lo que pasaba, ¿por qué harían estallar algo en una plaza y herirían a gente inocente?
“El ‘no contar’ la historia sirve para perpetuar su tiranía.” (Laub)